Proceso sobre producto
Para los niños pequeños, jugar consiste en experimentar el mundo: en tocar y sumergirse en todo aquello que despierta su curiosidad. Los niños quieren interactuar con su entorno, con objetos y espacios. No necesitan necesariamente un producto terminado ni un punto final predeterminado. A los niños les encanta jugar por el simple hecho de jugar.
Aceptar esto y aprovecharlo es clave para comprender y respetar el aprendizaje basado en el juego: los niños ya están felices de jugar. No necesitamos decirles qué hacer ni cómo hacerlo: están programados para participar en un proceso y seguir sus instintos lúdicos. Con materiales abiertos Disponible, los niños pueden crear y recrear lo que necesiten para hacer su juego personal y significativo.
Puede ser frustrante ver a un niño tomar un camino diferente al que elegiríamos con los materiales. Al fin y al cabo, nos sentimos expertos: tenemos la experiencia, las habilidades motoras y la lógica para hacer las cosas correctamente. Pero cuando el proceso es el objetivo, debemos dejar que los niños se equivoquen, prueben ideas y encuentren su lógica (o ilógica) por sí solos. Esto significa dar un paso atrás y confiar en sus capacidades.

Nada puede salir mal y todo va junto.
Cuando vemos el valor del juego, sabemos que es imposible equivocarse. Cuando abrimos la mente a cómo los diferentes objetos pueden complementarse y animarse mutuamente, vemos que todo encaja.
Usando arcos y túneles Crear recintos o estructuras con un equilibrio único no es incorrecto. Son excelentes túneles; también pueden formar parte del paisaje para la narración de mesa, creando parte de un mundo que están sacando de su imaginación y llevándolo a sus manos.
Los niños se fijan pequeñas metas durante el juego. Quizás quieren que una pelota se deslice a la velocidad suficiente por un tubo para alcanzar otro objeto: necesitan ajustar la altura del tubo para lograrlo. Quizás usan una inclinación natural y crean túneles. O, tal vez, los arcos se convierten en toboganes, palas y círculos perfectos. Los niños pueden repasar su proceso a diario durante el juego, probando continuamente para ver si obtienen los mismos resultados. Pueden experimentar y experimentar de una manera que, desde fuera, parece improductiva. El proceso rara vez es limpio y ordenado: está lleno de errores, preguntas y repeticiones. Ese proceso es donde residen el aprendizaje y la comprensión.
Como adultos, no hay mucho más que hacer que crear espacio, tomar distancia y observar. Cada día nos brindará la oportunidad de tomar distancia y observar a un niño participando en un proceso de juego autodirigido: ¡lo sabrás cuando lo veas!